jueves, 18 de septiembre de 2014

El Ying y el Yang

Últimamente estoy bastante reflexiva de todo este proceso que nos toca vivir, de esta experiencia de vida. Todavía sigo de duelo, no pasó ni un mes del negativo y seguimos digiriendo el bocado amargo. Por eso es que estuve pensando y mucho. Siempre fui de las personas convencidas que las cosas suceden por algo. Que todas los eventos de nuestras vidas tienen una explicación que va más allá de nuestra comprensión inmediata. Pero en este caso, no pude evitar cuestionarme todo: mi femineidad, mi matrimonio, mi relación con mis padres y amigos, mi trabajo, mi personalidad, mis roles, mi cuerpo, mis actitudes... Absolutamente TODO. Y no es para menos, definitivamente la infertilidad me cambió. Ya no soy la misma de antes y tampoco sé si quiero volver a serlo (aún si logramos el positivo). Pero si de algo estoy convencida, es que esto me transformó para bien.
Como todo en la vida, no todo es tan negativo como parece y siempre hay algo bueno que nos mantiene, que nos hace seguir luchando y no bajar los brazos. Por algo, todas seguimos arrastrandonos porque alguien o algo nos está empujando de atrás. En mi caso (y sé que muchas también) ese que me empuja, que me alienta, que me da fuerzas, que me contiene, que me abraza y me malcría, que me entiende, que me respeta, es mi marido.
Cuando comenzamos con todo el proceso no lográbamos entendernos y muchas veces pensé que tal vez por eso no teníamos un hijo, ya que cada uno lidiaba con esto a su forma. Sin embargo, a medida que la cosa se puso más pesada y seria, logramos una comunicación que nunca había tenido ni con mis terapeutas, ni con amigas, ni con nadie. Y ahora que lo pienso, no sé si nuestra relación estaría fuerte como lo está ahora si hubiese quedado embarazada en la luna de miel como yo planeaba.
Poco a poco, golpe a golpe, tratamiento a tratamiento, nos convertimos en el Ying y el Yang: ese símbolo que representa el balance y la dualidad de todas las cosas en el universo. Cuando yo me caigo, él me levanta, cuando él se cae, lo levanto yo... O también nos caemos y nos levantamos juntos. Hoy por ti, mañana por mi y siempre por nosotros. Es increíble que muchas veces, sólo con hablar o llorar, le paso mi mufa a él y yo paso a estar perfecta. A veces, él es Ying y yo soy Yang. A veces, él reacciona como yo (cada día tiene menos tolerancia a la gente, helloooo?), a veces yo logro esbozar una respuesta coherente y con altura cuando la gente me dice algún comentario desubicado. Estamos en un sube y baja constante en el cual seguimos tratando de encontrar el equilibrio. Y así como a veces estamos uno arriba y otro abajo (y muchas, perfectamente alineados) sabemos que ninguno se va a bajar y seguimos empujando. Porque eso que nos hacía diferentes  y opuestos hoy pasó a hacernos complementarios e incluso dependientes. Sin Ying, no hay Yang y yo sin ÉL no podría ni dar otro paso adelante.